sábado, 31 de mayo de 2008

No Es Difícil Vivir Decepcionados

No es difícil vivir decepcionados. Podemos decepcionarnos con mucha facilidad. Nos pueden decepcionar diferentes situaciones, personas y sobretodo, aún nosotros mismos.

De la decepción solo nos quedan dos opciones: Volver a navegar en los mares de la confianza o vivir en la miseria de la desconfianza; sumergidos en las profundidades de los mares. Parecidos al Titanic. Ahogados en la decepción de haber sido manejados y dirigidos irresponsablemente. Peor aún, incapaz de levantarse y continuar.

Los decepcionados han creado murallas de seguridad. Temen que les vuelvan a herir. La queja muestra su desconfianza para todo, por todos, y en todo. Declaran frases que marcan su filosofía de vida: “Todos los hombres son iguales.” “Los políticos son una bola de ladrones.” “Los hijos son ingratos y sinvergüenzas.” “Este maldito país.” “No me caso jamás.” “No confío en nadie”. Podrías añadir más a esta pequeña lista de frases que has escuchado.

Hay personas que llegan al matrimonio ya decepcionados. Solo esperan que su cónyuge cometa el primer error para fortalecer más su posición, y claro, su muralla. Posteriormente darán la misma receta a sus hijos: “Hijita, tú estudia y prepárate por si tu marido te sale sinvergüenza”. “Hijo, a las mujeres hay que tenerlas bajo control”.

Sin embargo, lo más peligroso es que muchos caminan decepcionados con Dios. Divorciados de la gracia salvadora del Señor. Culpan a Dios de todo. Desde los niños hambrientos de África, hasta la muerte de cualquier ser querido. Culpamos a Dios por nuestro “hundimiento”.

Cuando no tenemos ni idea de quien es Dios, creamos nuestro propio sistema de valores. Nuestra propia manera de vivir. Nuestra propia filosofía. Sobretodo en lo que a materia de relaciones personales se refiere. No lo sabemos, pero sacando a Dios del medio solo nos esperan grandes decepciones y amarguras. Será fácil vivir decepcionados.

Jesús vino a libertarnos del pecado y de las presiones de la decepción. El mismo perdón que nos otorga, es el mismo que nos pide dar a los demás. “Las segundas oportunidades” que nos ofrece, son las mismas “segundas oportunidades” que nos pide que ofrezcamos a nuestros ofensores. El perdón no solo libera al culpable; libera también a la víctima; la persona decepcionada es quien más se beneficia de la acción de perdonar a su ofensor.

Al conocer el carácter de Dios, revelado en su Palabra y en la persona Divina de Jesús, éste se convierte en nuestro modelo de vida. Su carácter revela su persona y con Él se revelan los principios para tratar y poner en justa perspectiva a los que nos rodean.

En la persona de Dios está el secreto para llevar una vida plena. No nos libra de la decepción. Seremos decepcionados en el futuro. Pero a las decepciones les será difícil encadenarnos o aprisionarnos en la cárcel de la amargura o la queja. Porque hemos aprendido de Dios uno de los valores más altos en el Reino, el poder del perdón.

Cada ser humano tiene el potencial de decepcionarnos. Nosotros también podemos decepcionar a los demás. Debemos ir a las relaciones, no esperando que no nos decepcionen, pero si dispuestos a que cuando ocurra la decepción, cubrir en amor. Y cuando seamos nosotros los que decepcionemos a otros, seamos humildes para reconocerlo.

De algo estoy seguro: vivir a la defensiva, amurallando nuestro corazón para no ser decepcionados, no es la solución. Perderemos la alegría de vivir y de servir a los demás; nos volvemos egoístas. Perdemos la esencia de la vida que es sencillamente ser como el Maestro, ser como Jesús.

“… y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos “decepcionan”. Mateo 6:12 (Adaptación)

Joaquín Pérez – Popín
Pastor General FCAQ
Jarabacoa, R. D.

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