martes, 31 de julio de 2007

La sabiduría

El culto a la sabiduría fue proverbial en los antiguos pueblos del Oriente. La sabiduría legendaria del fundador de una de las principales religiones orientales, resulta un faro luminoso para un mundo de nieblas y oscuridad, al indicarnos:

“Cuando no tengas nada importante que decir -afirmaba aquel sabio- guarda el noble silencio. Si no puedes mejorar lo dicho por otros, guarda el noble silencio. Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombre es la conquista de uno mismo. En aquella batalla pierden tanto los vencedores como los vencidos...”

Faros de luz en la antigüedad fueron también los aforismos de Confucio:

“Cuando encuentres a alguien de valía, busca parecerte a él. Quien se domina comete pocos errores. Los antiguos hablaban poco: para ellos era vergonzoso que sus hechos no estuvieran a la altura de sus palabras. El hombre superior es el que no dice lo que hay que hacer sin antes haberlo hecho él mismo. El hombre superior es el que no dice lo que hay que hacer sin antes haberlo hecho él mismo. El hombre vulgar cuando comete un error busca siempre disimularlo. Cuando te equivoques, no temas corregirte. Pregunta cuando dudes. Piensa antes en las consecuencias de tu cólera...”

¡Cuánta sentencia lapidaria, llena de sensatez y prudencia, salió de la mente de aquellos sabios!
Pero entre todas las culturas orientales que amaron la sabiduría sobresalió la del gran pueblo de Israel. Cuatro libros del Antiguo Testamento -el Eclesiastés, el Libro de la Sabiduría, el Libro de los Proverbio y el Eclesiástico -se concentraron en este tema. Nadie alabó como ellos al hombre sabio y su comportamiento.

Feliz el que halla la sabiduría... Porque es más provechosa que la plata.Y rinde mayores beneficios que el oro.
La sabiduría vale más Que las piedras preciosas...Y los libros sagrados señalan vías para adquirirla y para obrar conforme a sus dictámenes.La sabiduría -dice la Biblia- comienza por honrar al Señor... conocer a Jehová es tener inteligencia.Y denuncia los cambios que apartan de ella:Los hombres falsos no pueden alcanzarla.Ni los orgullosos pueden verla.
Ella está lejos de los insolentes;Los mentirosos no tienen noción de ella;Los malos no son dignos de alabarla.El buen juicio y la discreción acompañan indefectiblemente al hombre sabio.Conserva siempre el buen juicio, hijo mío, y no pierdas de vista la discreción.Hubo en Bizancio pueblo oriental apegado a la búsqueda de la sabiduría gran aprecio de este don.

Fue Bizancio la capital del imperio romano de Oriente: y allí se construyó entre el 532 y el 537 de nuestra era, la basílica de Santa Sofía. Esa palabra sophia no corresponde al nombre de una santa. Designa a la Sabiduría de Dios.

Y del mismo modo que la iglesia romana dedicó su primer templo al que era el cimiento y la piedra angular de la Iglesia. Pedro, y sobre su sepulcro edificó la gran basílica; la iglesia griega dedicó su templo principal a lo que entendió que era el cimiento sobre el que estaba construido absolutamente todo: la sabiduría de Dios, la Hagia Sophia.

Fue bajo los auspicios de Justiniano (527-565), que se edificó aquella iglesia: la más grande, hasta entonces, de la cristiandad: la catedral de Hagia Sophia, dedicada a la Santa Sabiduría: esta debía iluminar el imperio.

En el interior de cada ser humano debe haber también un monumental templo como éste -templo no de piedra, sino de aprecio, de estima y de culto a la sabiduría, el gran don con que Dios enriqueció la naturaleza humana y que hace al hombre tan superior al resto de la creación.

Refieren de un médico dominicano que era el mejor ojo clínico del país en sus años de ejercicio en la profesión. Siempre esta sociedad lo consideró el más certero de los diagnósticos. Sencillamente había estudiado más que nadie. Con solo observar al paciente, elaboraba él su juicio acertado. El adquirió este nivel de competencia estudiando y acumulando experiencia profesional en clínicas, hospitales y consultorio.
Pero el objeto del estudio no era para aquel médico solamente saber sino poder ser útil con su saber. Y él con su inteligencia práctica puso su sabiduría al servicio de evitar sufrimientos a los seres humanos. Gozaba arrancándole cautivos al dolor. Procuraba saber más, para liberar cada vez más cautivos del dolor.

Su actitud es aplicable en cualquier campo de la actividad humana, en cualquier, profesión. Debe ser una norma de vida para el ingeniero civil, y para los ingenieros electrónicos e informáticos, y para el mercadólogo, el literato, el abogado, el publicista... ¡Saber mucho, para contribuir a que los seres humanos vivan muchísimos mejor!.

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