jueves, 27 de marzo de 2008

Amor a Quisqueya "El principio del cambio 2"

Parte de las consecuencias de los anti-valores es que estos impiden que se generen cambios saludables en nuestra sociedad. Un ejemplo claro está en lo que alegan algunos comunicadores respecto a la ola delictiva que vive nuestro país. Alegar que los sujetos envueltos en robos y atracos lo hacen por estar desempleados o alegar que personas pobres roban por su condición de pobreza es una afrenta a la dignidad humana y es desconocer la realidad de todo el panorama social.

En nuestra sociedad no solo roba el pobre, roba el rico; no solo roba el desempleado, roba el empleado bien remunerado. ¿Y qué razón tienen para semejante locura? ¿No tienen ya su “asunto” resuelto?

Podemos tomar una familia pobre y cumplirle todos sus sueños. Resolverle “su asunto”. Construirle la casa de sus sueños, regalarle un lujoso automóvil, proveerle un trabajo bien remunerado, y enviar sus hijos a la mejor universidad y el resultado será trágico. Seguirán robando pero en otros niveles de la sociedad y claro, con posibilidades de no ser atrapados. Lo que esta familia pobre necesita es un cambio de paradigmas en su corazón y en su mente. Esos paradigmas están revelados en la Palabra de Dios.

Las personas robamos por nuestra condición pecaminosa, punto. Queremos más. Decir que el latrocinio crece por falta de oportunidades no es la raíz del problema. Se necesita de mucho más creatividad y astucia para robar que para crear una fuente de producción que genere ganancia justa. No olvidemos que desde que éramos una colonia española la piratería era fuente de ganancia, y luego de 144 años de vida republicana aun persiste.

La República Dominicana está urgida de una revolución moral –espiritual, no política. No desconozco, de ninguna manera, la importancia de líderes políticos que produzcan cambios desde el poder, pero estos cambios no producirán una mejor sociedad si no se generan los cambios desde el corazón de cada individuo y en el seno de cada familia. Los líderes políticos tienen un espacio y mucha importancia en el desarrollo de una sociedad, pero son las familias las que determinan el éxito o el fracaso de esa sociedad. El estado debe auxiliar a las familias en oportunidades de educación, salud y sana administración del tesoro pública.

Esta revolución moral- espiritual debe nacer desde lo individual a lo colectivo. Desde las capas más altas de la sociedad, donde las miserias son maquilladas con bienes y “disfrutes”, hasta las más bajas, donde no se tiene la capacidad del disimulo y la apariencia que brinda el dinero.

Los valores han sido invertidos. El dinero no produce cambios positivos en nadie. Los valores positivos pueden producir riqueza, y lo más importante: calidad de vida. Cuando la riqueza se genera al margen de los valores Divinos establecidos por Dios en su Palabra, ésta trae caos y violencia. El orden de prioridades es invertido, la familia y el bien común pasan a un segundo plano. Se vive para los bienes y riqueza adquiridas, y no para el propósito por lo cual fuimos creados, servir a los demás y servir a Dios.

Pretender que los diferentes gobiernos generen cambios profundos que levanten una República más justa para todos es pretender sembrar yuca en la Luna. No les pidamos a los gobiernos lo que nosotros no hemos podido producir en nuestras propias familias. Justicia, respeto, amor por todos sus miembros, sobre todo a la mujer.

No les pidamos que no nos roben las arcas del país, cuando nosotros robamos y pirateamos la propiedad ajena; que no despilfarren el dinero del pueblo, cuando nosotros despilfarramos en francachela el dinero de toda la familia; que no nos engañen cuando nosotros engañamos a nuestras esposas; que no nos escuchen, cuando nosotros no escuchamos a nuestros hijos.

Es tiempo de comenzar los cambios donde todo el caos comenzó, en el corazón de cada individuo. A eso vino Jesús. A revolucionar personas, familias, comunidades y naciones con su amor y su verdad. Para esto tenemos que sacar a Jesús de nuestros templos y nuestras aburridas ceremonias religiosas, muchas veces estériles e improductivas; extraer del Maestro toda su Divina enseñanza y ponerla por práctica en todas las esferas de la vida. En el seno del hogar, en la oficina, en los centros educativos, centros de trabajo, etc. El cambio empieza por mí; el cambio empieza por ti.

“Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas. Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención en tus caminos. Me alegraré con tus leyes y no me olvidaré de tu palabra”. Salmo 119:14

Joaquín Pérez – Popín
Pastor General FCAQ

No hay comentarios: