miércoles, 26 de diciembre de 2007

AMOR A QUISQUEYA "¿Mi Navidad o Su Navidad? "

Regularmente para cada navidad nos preparamos. En ocasiones, sin aun recibirlo, ya tenemos el salario trece comprometido en nuestro objetivo: Celebrar la navidad. No puede faltar el puerco, las pasas, las manzanas, el vino y todo aquello necesario para tener una navidad digna, a la altura de los demás.

Nos preparamos para festejar en compañía de nuestros amigos y familiares. Esa celebración es una cita obligada. A la verdad que me sorprende ese “veinticuatro de diciembre”; tiene una fuerza de convocatoria que puede ser la envidia de cualquier político en año electoral. Se olvidan los trabajos, los compromisos, los problemas, las penas, etc. Algunos, hasta olvidan que la vida continúa después de esa noche. Esto me hace recordar una frase bíblica muy a tono con el tema: “Comamos y bebamos pues mañana moriremos”.

Recibimos con alegría a nuestros queridos familiares y amigos que llegan de “los países” cargados de regalos y obsequios para todos. La canción “Volvió Juanita” es obligada para esos momentos. ¡Wao, que navidad! Los “tiros” y fuegos artificiales, los regalos, “el musicón” del vecino”, el olor a puerco asado, la nostalgia por el que no está o el dolor por el que ha muerto; la llamada de “Nueva Yol”: “Doña, corra es tu hijo Miguel que te llama”. Entre lucecitas celebramos nuestra navidad. ¡Sí, nuestra navidad!

La noche transcurre y nos damos cuenta que las horas pasan rápido. Algunos por la anestesia del licor pierden la noción de la realidad y ahogados en su indigesta parecieran ser los que mas disfrutan. Poco a poco vamos descendiendo del éxtasis y la euforia de la Noche Buena. Las lucecitas de colores, aunque siguen prendiendo y apagando ya no las vemos o por lo menos no llaman nuestra atención como al principio. ¡Cuánto hemos comido, compadre!

En la mañana siguiente nos percatamos que la vida continúa. Con sus luchas, desafíos, trabajos y diferentes compromisos. Ah, pero todavía nos queda el “veinticinco”. Así que tratamos de soplar la hoguera para que encienda el fuego de la noche anterior. Recalentamos lo que quedó de la cena, encendemos la música, explotamos “tiros”, etc.; pero ya no es igual.


Nos queda una sensación extraña. Un vacío. Aunque satisfechos de comida y en muchas ocasiones por el licor; satisfechos por la compañía de familiares y amigos nos queda una extraña sensación, es como si alguien importante no vino a nuestra navidad. ¡Ay, nuestra navidad. Que triste y vacía navidad!

Como latinoamericanos reinventamos algunas celebraciones. Así que, como una especie de “adendum”, añadimos el 31 de enero a nuestra navidad. Esta será nuestra revancha. Esta vez procuraremos que nada se nos escape. Si no nos queda dinero habrá que hacer un serrucho, coger fiao, lo tengamos que hacer lo haremos. Aquí vamos a la carga.

Comida, bebida, lucecitas, familiares, amigos, fuegos artificiales, lágrimas, promesas, resoluciones, la llamada de Nueva Yol; pero nuevamente el tiempo no se detiene, como diría Rubén Blades en su sinfonía afro-antillana Maestra Vida: “El tiempo no se detiene ni por amor, ni por dinero”. ¡Ay nuestra navidad, que triste navidad!

Una navidad donde Jesús no es la navidad, no es navidad, es solo nuestra navidad. El debe ser la razón de la celebración, no la excusa. No es la comida, no es la familia, la bulla, los regalos y mucho menos la intoxicación con licor. Es su fiesta, no nuestra. Podríamos llamar por cualquier nombre a esta celebración, pero estamos totalmente lejos de la Navidad del Cristo.

En la Navidad de Cristo celebramos su nacimiento, su amor, su entrega, su sacrificio, su misericordia, su divinidad, su grandeza, su majestuosa persona. Él es el centro de la fiesta. Él es la fiesta. Es entonces cuando al sentarnos a la mesa con los amigos y familiares cobra sentido. La solidaridad entre vecinos y el compartir unos con otros nos lleva a agradecer juntos las bendiciones de Dios durante el año. La navidad es celebrarlo a Él. Esto nos llenará de gozo y propósito más allá del 31 de enero. Esto es la esencia de la Navidad. Otra cosa es otra cosa.

“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.
Isaías 9:6

Joaquín Pérez – Popín
Pastor General FCAQ

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