viernes, 25 de enero de 2008

AMOR A QUISQUEYA "¿Tienes éxito?... Pregúntale a tu conciencia"

La busca del éxito en la vida suele ser la fuerza invisible que mueve a muchos a salir a triunfar y a destacarse. En ocasiones se anida en nuestros corazones un anhelo de probar a los demás de que somos capaces. Queremos subir al mas alto escalafón y ser admirado y reconocido por todos.

Esto ocurre en todo lugar que haya seres humanos, no importa la disciplina. En la política, el deporte, las artes en sus diferentes manifestaciones, en los centros educativos, y religiosos; en fin donde quiera que se encuentres mas de dos personas.

En nuestra sociedad, por lo general, el éxito es medido básicamente por tres renglones: Dinero, fama y poder. Esta trilogía, regularmente inseparable, tiende a ser el medidor por excelencia que les imponemos a los demás.

¿Cuánto dinero tienes? ¿Cuan conocido eres? ¿Cuánto poder tienes? Dependiendo las respuestas podríamos definir cuan exitoso o no es el sujeto en cuestión; esto conforme al estándar social que nos rige. Tonto seria pasar por alto lo anterior; pero más tonto seria enfocar nuestros esfuerzos y desvelos en esa sola dirección.

Los seremos humanos hemos sido dotados por Dios desde nuestra creación con regalos especiales, entre ellos la conciencia. Esa vocecita interna que nos habla aun en sueños. Y en muchas ocasiones esa vocecita difiere de las voces externas. Quienes nos rodean nos halagan, nos dan palmadas en el hombro felicitándonos por nuestras conquistas y victorias.

Pero allí esta otra ves esa vocecita. “¡Que fastidio! Si se callara. Siempre dañándome la fiesta”. Algunos han logrado silenciarla, cauterizándola. De la manera que las cortaduras hemorrágicas en la antigüedad se cauterizaban con un pedazo de hierro caliente, aunque luego en ese lugar la piel perdía sensibilidad; así muchos la han acallado, cauterizándola posiblemente para siempre.

Personas que se han tornado insensibles a la destrucción que dejan a su paso mientras conquistan estos anhelados escalafones: Fama, poder y dinero. En nombre de esta anhelada “trinidad” hemos destruidos matrimonios, hijos, lealtades, amistades, derrochado fortunas; otros han renunciados a principios y valores, a su dignidad; se han dividido iglesias, instituciones, partidos políticos, comunidades, naciones.

Sin embargo, la conciencia es un indicador de la verdadera realidad de nuestras vidas. Cuando se “dispara este fusible” es una señal que algo no anda bien. Aunque “trampeemos el circuito” con un pedacito de cable, el problema estará allí.

La conciencia es la ajustadora de cuentas. La que nos “cuadra la chequera” moral. La que al final de día nos reprocha o nos felicita. La que nos recuerda nuestros deslices o nuestros aciertos. La que nos desvela o nos permite dormir en paz. La que en medio de los aparentes éxitos de la vida nos evalúa conforme a la verdad y no a la apariencia.

Pero más que nada la conciencia es la asistente de Espíritu Santo de Dios. Dios ha puesto en nuestra conciencia su verdad y sus principios. Cuando violentamos estos valores Divinos nuestra conciencia con urgencia nos ruega, nos suplica, nos demanda, nos exige arrepentirnos de nuestras acciones y volvernos a Dios.

Sin duda esta aliada de Señor es la que nos obliga a ser honestos con nosotros mismo. Podemos engañar a los demás pero a Dios y a nuestra conciencia es imposible engañar.

¿Queremos saber si verdaderamente somos personas de éxito? Cerremos por unos minutos las voces externas, que en ocasiones lo hacen buscando agradarnos por algún oculto o visible interés; preguntémosle a Dios, preguntémosle a nuestra conciencia.

“En todo esto procuro conservar siempre limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres”.

Hechos 24:16


Joaquín Pérez – Popín
Pastor General FCAQ

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