martes, 28 de agosto de 2007

Protesto

Con los recientes decretos del Poder Ejecutivo, no ha habido sorpresas. Su autor es el mismo personaje de siempre, haciendo lo que entiende que le conviene, sin importar el precio, no sólo material, que ello implique, lo cual es fácil en un escenario proclive a que se pisoteen dignidades. No obstante, no deja uno de irritarse por las reiteradas muestras de contradicción entre el estadista que postula por un Estado moderno y el candidato reeleccionista que insiste en las prácticas que mantienen al país sumido en la pobreza.

Esos nombramientos, ilegales muchos de ellos, ilegítimos casi todos, no resisten el más mínimo análisis a partir de los criterios de lo que sería una administración pública calificada, (¿dónde están las voces de la ONAP y del INAP?), sin mencionar, por abundante, que se producen en el mismo año en que se ha promulgado una ley de austeridad que no parece existir para los manejadores del patrimonio nacional.

Este festival de clientelismo no puede desvincularse del momento electoral que vive la nación. Ante una serie de encuestas de opinión reveladoras de una sistemática pérdida de popularidad del gobierno, la respuesta de éste se sustenta en lo que ha sido una de las causas de esa merma de credibilidad. ¿Acaso no es tal el hecho de que la población ha entendido que la supuesta falta de dinero no pasa de ser una simple excusa para no hacer las cosas prioritarias? ¿Por qué, de pronto, los recursos aparecen para costear lo que implica crear casi 50 altos puestos? ¿Eran o no necesarios los fondos que el gobierno iba a recibir por el incremento del impuesto a las placas de automóviles? Crece la creencia de que lo único que hay más que dinero es irracionalidad para gastarlo.

El gobierno podría estar cometiendo un error de cálculo fatal. No es correcto suponer que será positivo el balance que resulte de atraerse, a un costo muy oneroso, a detritus políticos, en desmedro de la opinión de rechazo que tal accionar genera en una amplia porción poblacional. El reclamo por el relanzamiento de la actual gestión no suponía que iba a derivar en este circo de compra y venta de adhesiones coyunturales y pagadas.

Suponíamos que el proyecto de nación que el PLD concebía y se proponía ejecutar implicaba la identificación con determinados postulados nunca asumidos por quienes apenas ayer sustentaban posiciones políticas diametralmente distintas y que hoy se exhiben como aliados. Era impensable que en un gobierno de esa organización continuarían teniendo vigencia los corchos de siempre, dispuestos a flotar, como de hecho lo han realizado, en todas las aguas, al margen de las playas que las acojan.

Una conducta de esa naturaleza, como lo demuestra la historia, podrá producir rentabilidad a corto plazo, pero más temprano que tarde, lo que queda es el desprestigio absoluto. Jamás podrá agotarse el pesar producido por constatar en lo que ha devenido como presidente un político con las circunstancias ideales que rodeaban al primer mandatario.

Ni qué decir de una organización que, como el PLD, uno no deja de asombrarse por su silencio cómplice ante la repetición, con los sujetos incluidos, de prácticas de las que tanto se empeñó en distanciarse. Todo, hecho en nombre de la preservación de un poder que, por esa vía, se perderá más rápido de lo que en estos momentos puede suponer su militancia. De lo contrario, será un poder que a este país no le servirá para nada que no sea continuar empantanado en sus históricas miserias.

POR PEDRO P. YERMENOS FORASTIERI
yermenossantos@codetel.net.do

No hay comentarios: