sábado, 25 de agosto de 2007

Un down

READING, PA.- No sé a ustedes, pero a mí las actuaciones de los gobiernos dominicanos, llámense de Balaguer, del PRD o del PLD, me hacen sentir como una gente a cuya madre le han diagnosticado un cáncer sin retornos y a cada rato hay una noticia catastrófica para añadir a la larga y agotadora agonía.

Sin siquiera preguntarse al servicio de qué sector social es que gobiernan, las incidencias cotidianas en la administración pública tienen que descorazonar hasta al más indiferente.

Qué desalentador cuando el Presidente Leonel Fernández, con un gesto de lo más despreocupado y deportivo, recluta otros tránsfugas para abigarrar aún más su ya repleta vitrina de pulgones, sin que ni él ni sus designados se ruboricen un poco, pero sobre todo, sin que la sociedad se conmueva con esa clase de desmanes y sin que sea capaz de presentar resistencia a decisiones descabelladas.

Qué desencanto ver a un gobierno comprando con fondos públicos las yardas del silencio, los aplausos por paletadas y a los coligados por docenas, incluyendo alguna absurda y desvergonzada batería de fenómenos de circo.

Qué pesadumbre ver a los periodistas comecheques, enyipetados por el gobierno y con su legión de guardaespaldas pagados con fondos públicos. Lástima no solo hacia los desheredados de un país sometido a un pillaje sin distracciones, sino hacia los vividores, con tan poco aprecio hacia sí mismos que hasta se enorgullecen de su condición de parásitos.

Señores, yo no sé a ustedes, pero a mí me perturban algunas disparidades. El 72 por ciento de los de los niZos en las inmediaciones del vertededo de Rafey en Santiago tiene anemia; el 20 por ciento padece desnutrición grave y el 36 por ciento está lleno de lombrices.

Su situación no es la misma que la de Leonardo Matos Berrido, quien, según ha detallado Clave Digital, como Gerente General del Banco Nacional de la Vivienda recibe del gobierno dominicano un sueldo de medio millón de pesos mensuales, que es un salario vitalicio porque el seZor Matos ha tenido la prudencia de autoasignarse una pensión de 450 mil pesos mensuales, para cuando deje de ser un sacrificado servidor público.

Tampoco es esa la situación de miles de servidores públicos que terminan sus días como menesterosos, porque la pensión que se les ha asignado no alcanza ni para comprar una silla de ruedas.

En la República Dominicana, ahora mismo hay 1 millón, 164 mil niños y niñas menores de cinco años que pasan hambre, con deficiencias alimenticias, cuyo techo es muy precario, sin el acceso efectivo a los servicios de salud, con muy escasas perspectivas de recibir una educación que les permita incorporarse a la sociedad de otra forma que no sea como marginados.

En contraste, un legislador dominicano recibe mensualmente ingresos fijos oficiales, (sin los sobornos, tráficos y macuteos), de 203 mil, 500 pesos, que equivalen a más de 6 mil dólares y a eso hay que añadir una de las troneras que le hacen al Presupuesto Nacional con la extracción de fondos que oscilan entre 400 mil y 900 pesos mensuales -cada uno- para la llamada "gestion provincial" que no es más que el eufemismo para referirse al dinero de la clientela política, parte del que desde luego va a parar a los propios bolsillos del flamante diputado o senador.

Datos más específicos y amplios sobre el angustiante tema aparecen en un reporte publicado el pasado jueves 23 en el periódico "Diario Libre", bajo la firma de la periodista Tania Molina, donde también se reseZan las aspiraciones de los senadores de aumentarse el sueldo en 125 mil pesos más.

Por solo mencionar otras dos calamidades que afectan a la niñez dominicana, anótese que el 20 por ciento de los niños dominicanos padece enfermedades respiratorias agudas, (de los que un 40 por ciento no recibe tratamiento apropiado) y el 11 por ciento nace con un peso inferior al normal.

Sin embargo, eso no parece tener algo en común con el universo de los jueces de la Cámara de Cuentas nacionales. Estos aportaron un magnífico ejemplo de su diligencia como funcionarios públicos , cuando el pasado año y apenas recién nombrados, se aumentaron los ingresos de 261 mil, 88 pesos a 449 mil, 449 pesos cada uno.

Los jueces de la Junta Central Electoral tienen dietas de más de 60 mil pesos y sus salarios rondan los 200 mil.

¿A ustedes no se les revuelve algo por dentro, oyendo algunas de las declaraciones de a Alejandrina Guzmán? La capitana de ese bote naufragado que es el sistema educativo en la República Dominicana ha dicho que "nadie piensa que el Presidente Leonel Fernández usa los bienes públicos para la campaña", o que "El presidente ha demostrado que la educación es lo más importante". Eso bien podría ser voceado desde una patana con disco light en medio de una campaña, pero definitivamente no luce muy sobrio desde el despacho de una Secretaria de Educación, que por lo menos debía exhibir ante los educandos del país alguna mesura, si no en la subestimación del auditorio, por lo menos en la estridencia de los cánticos de alabanzas.

En tanto, casi el 50 por ciento de los estudiantes dominicanos están sobrepasados de edad con relación a los cursos que realizan, la deserción escolar anda por un 9 por ciento y el resultado final tras 12 años de estudios llora ante la presencia de Dios.

Señores, nadie sabe cuánto gana un cónsul. Nadie sabe a cuánto asciende la fortuna del Presidente Fernández . Nadie sabe con qué criterios, controles y presupuestos se maneja la oficina de la Primera dama. Nadie sabe dónde acaba Felucho Jiménez como empresario turístico y donde comienza Felucho Jiménez Secretario de Turismo. Todo eso y mil ejemplos más tienen que causar alguna desazón.

Señores, yo no sé a ustedes, pero las incidencias cotidianas en el gobierno a mí me crean un malestar permanente. Me pregunto cuántos dominicanos y dominicanas se sentirán igual. Cuántos no pueden decir qué los abruma más, la indignación o la desesperanza. La indignación o el estupor. La indignación o la repugnancia. La indignación o el espanto.

Por Sara Pérez cleo264@yahoo.com

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