martes, 19 de febrero de 2008

AMOR A QUISQUEYA "¡Que bueno llegó febrero, celebremos…! ¿El carnaval? "

Llega febrero, y en varios puntos de la geografía nacional se organizan los grupos con entusiasmo y dedicación. Esto hay que celebrarlo. No se escatima dinero, recursos, tiempo y esfuerzos. La fiesta debe ser en grande. Febrero es para eso. De eso se trata nuestra dominicanidad. Jarabacoa no será la excepción. ¡Es tiempo de carnaval! ¿De carnaval?

Lo volvemos a hacer. Según Frank Moya Pons en su obra, Manual de Historia Dominicana, el 27 de agosto del 1844, a seis meses de nuestra independencia, apresamos en los campos de Puerto Plata y encerramos en la fortaleza de esa misma ciudad a Juan Pablo Duarte y Diez. Mas adelante, el 10 de septiembre, lo expulsamos del país. País a quien él había ofrendado toda una vida de amor y sacrificio.

¿Y de qué manera lo volvemos a hacer? Hemos permitido que el carnaval, fiesta ajena a la cristiandad que decimos tener, le robe toda la atención a lo que debería ser verdaderamente el mes de la patria. Mes donde los verdaderos valores de nuestra dominicanidad, Dios, Patria y Libertad, deberían ser proclamados y celebrados.

De manera que el carnaval toma la supremacía durante todo el mes de febrero. “Exiliando” de la mente de nuestra sociedad, en especial la juventud, los valores que dieron origen a nuestra identidad nacional.

Un mes donde las comparsas deberían recrear nuestra música y folklore. Donde clubes culturales e iglesia celebraran la dominicanidad. En los liceos y escuelas deberían promover concursos de poemas, ensayos, dramas, canciones, etc. Un mes para que nuestros tantos pintores llenaran las calles y parques de obras de artes, de colores inspirados en los más nobles ideales de nuestros padres de la patria. ¿Quién dice que a nuestros jóvenes no les importan estos valores patrio-históricos? ¿De donde hemos sacado que no es posible educar a un pueblo mientras disfruta la belleza de sus verdaderas costumbres?

Al ver la programación televisiva local de nuestra ciudad y de la provincia vemos y oímos los programas con los temas más vacíos e insípidos. Ninguno le dedica minutos al tema independentista. No hay debate histórico, solo los comentarios político-partidistas y claro… el carnaval.

En mes de febrero en Jarabacoa reina el carnaval con sus antivalores cristianos y patrios. Y lo más triste, con la anuencia y el silencio de muchos de nosotros a quienes el patricio llamó dominicanos. El carnaval es más conveniente y divertido. ¡Que viva el hedonismo! Celebremos el placer propio, a emborracharnos a nombre de las deidades paganas que dan El que dan origen a esta siniestra fiesta. Bailemos alrededor de ridículos y grotescos disfraces. Demos rienda suelta a nuestros deseos, todo se vale. Pongamos a bailar de manera “sensual” a nuestras jovencitas y jovencitos en medio del parque que irónicamente lleva el nombre de Juan Pablo Duarte y Diez.

El carnaval embrutece nuestra conciencia como pueblo. La silencia. La adormece. Es como si durante el mes de la patria le dijéremos a los tres patricios: “Vuelvan al exilio y mantengan sus consignas fuera del alcance de nuestros jóvenes. Podría ser perjudicial para ellos. Eso de Dios, Patria y Libertad podría traernos problemas en esta época. Ah, pero no se preocupen, pondremos sus nombres en nuestras monedas, en nuestros parques y avenidas. De verdad que no los olvidaremos… Ahora deben darse prisa pues la goleta pronto sale a Caracas; además se me hace tarde y mi comparsa carnavalesca debe estar en el parque esta tarde antes de las cuatro”. Llegó febrero, celebremos: Dios, Patria y… ¿Carnaval?

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios a sus propios ojos e inteligentes ante sí mismos! Isaías 5:20-21

Joaquín Pérez – Popín
Pastor General FCAQ
amoraquisqueya@hotmail.com

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