sábado, 9 de febrero de 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por: Miguel Guerrero

La austeridad a la que el gobierno está obligado por su propia ley reclama medidas a tono con la gravedad de la situación. Mientras la población se queja por las precariedades y el exceso de impuestos los funcionarios se dan lujos de jeques y sultanes.

Si el presidente Fernández desea un fuerte movimiento de respaldo a su gestión podría dar lecciones ejemplarizantes. Todavía dispone de tiempo para hacerlo. El área del gasto público le ofrece una oportunidad excepcional, la cual no le sería nada difícil tomando en cuenta su propio origen y restricciones de juventud, como he escrito antes.

Podría ordenar un inventario de vehículos de lujo en uso de sus funcionarios y subastarlos. Con el dinero de las ventas se adquirirían vehículos modestos, más baratos y de bajo consumo.

Con el petróleo en las nubes y amenazas de nuevos incrementos, ofende al buen sentido ver a estos secretarios y directores generales del gobierno en yipetas de ocho cilindros valoradas en cuatro y cinco millones de pesos, que consumen enormes cantidades de combustible. Esa práctica cuestiona seriamente las protestas de austeridad y le restan credibilidad al gobierno.

Un país pobre y en crisis como el nuestro no puede darse esa clase de lujo. El poder no puede ser un cheque en blanco para aquellos que sean premiados con un nombramiento oficial. El entorno presidencial no debe parecerse a una corte.

Nuestro problema es que los líderes aprecian más las encuestas de popularidad que el respeto público. Por eso no trascienden más allá de los breves períodos en que se adueñan de la esfera pública como si una elección les otorgara el derecho a disponer del patrimonio nacional como si fuera propio.

Si esta administración desea convencer al país cuando habla de austeridad, que comience a desmontar a sus funcionarios de las yipetas de lujo. Un poco de humildad oficial refrescaría el ambiente.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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