lunes, 8 de octubre de 2007

AMOR A QUISQUEYA "Lección de Generosidad"

Atravesaba la capital dominicana sentado en un autobús público todo destartalado, iba junto a mí un hombre que por su aspecto parecía un obrero de construcción recién salido de su trabajo. Había decidido tener una experiencia humana en los autobuses de la zona norte de Santo Domingo, donde diferentes matices sociales se entrelazan.

En la próxima parada, arriba al pintoresco transporte una viejecita. Podía ver desde mi asiento la apariencia totalmente maltrecha y desarreglada de la indigente. Lucía despeinada, con sus ropas harapientas y desde luego, sospechaba que no debía oler bien. Ya en este punto, el bus está completamente lleno, por lo menos a mi parecer. La viejecita camina por el pasillo del autobús hasta el centro de éste y con una señal me pide que me pegue al hombre de la izquierda, para ella sentarse junto a mí. ¡Oh no! Lo que me temía, con tantas filas de asiento y escoge la mía. Vaya roce social que tendría.

Para empeorar el asunto, tuve que pasar mi brazo derecho sobre el asiento; de modo que casi tenía a la viejecita abrazada a mi pecho. ¡Dios, no lo puedo creer! Cuando las cosas parecían que no podían empeorar, empeoraron. Resulta que el dinero que tenía en mi mano para el pago del autobús se me cae al suelo y se pierde entre las fundas y bolsos de los viajeros. Oh, pero bueno!

De pronto, miro a la viejecita que de una manera pausada comenzó a desatar el nudo de un pañuelo que tenía consigo; tomó de allí varias monedas y me las ofreció para el pago del transporte. ¡Qué bofetada en mi rostro! Que lección tan poderosa Dios traía a mi vida. La generosidad actúa como ecualizador de nuestro carácter. Nos sintoniza al corazón de Dios y sus propósitos.

La viejecita vio mi situación y, sin preguntar nada al respecto, ofreció de lo que tenía. No cuestionó, ni miró lo extraño que yo resultaba en ese ambiente, solo hizo lo que Jesús nos enseñó hacer, dar.

Muy cerca de nosotros, en el autobús de la vida, tenemos compañeros de viaje con necesidad de solidaridad del resto de los pasajeros. Mostremos el amor de Dios con responsabilidad pero con liberalidad. La generosidad habita en el mismo vecindario del amor.

“Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber”. Mateo 25:35

El mal olor se fue disipando. Ahora podía, adrede y con disimulo, apretar a la viejecita contra mi pecho. No fue necesario recibir sus monedas, pero si su lección.

Joaquín Pérez - Popín
Pastor General FCAQ
Jarabacoa, R. D.

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