viernes, 5 de octubre de 2007

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero

Cada día la criminalidad y la delincuencia le ganan espacio al sosiego. No transcurren veinticuatro horas sin noticias de atracos, asaltos, asesinatos y secuestros. El clima de seguridad ciudadana se deteriora.

No se está ya seguro ni en su propia casa o centro de trabajo. Los delincuentes penetran a los hogares y negocios con absoluta impunidad, como si no temieran a la autoridad o se sintieran dueños de todos los ambientes.

Temerosos, e indefensos ante este exceso de brutalidad, los ciudadanos optan por modificar sus hábitos. Reducen sus compromisos nocturnos y no se aventuran por lugares que no frecuentan o desconocen. El incremento de la criminalidad a niveles como pocas veces se recuerda no sólo afectan a los dominicanos.

También golpea los extranjeros, especialmente a los turistas. Aquellos que ávidos de conocer otros lugares y entremezclarse con el pueblo salen del ámbito protegido de los hoteles de nuestros polos turísticos se exponen a ser asaltados y violados, como ya ha ocurrido en numerosas oportunidades.

El país está alarmado y tiene la aprehensión de que la delincuencia seguirá imponiéndose. Esa percepción, correcta o falsa poco importa, terminará minando la confianza en los organismos responsables de velar por la seguridad ciudadana.

Es evidente que si bien la tarea de enfrentar la ola de criminalidad que nos arropa corresponde a la Policía, es justo admitir que los ciudadanos tenemos una enorme responsabilidad frente al fenómeno y es la de contribuir, cada quien en la medida de sus posibilidades, con los esfuerzos que a nivel oficial se realicen, dentro del marco estricto de la ley y la Constitución.

Si no enfrentamos el crimen nuestras calles y ciudades se convertirán en selvas inhabitables. La lucha contra ese mal es una tarea prioritaria.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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