jueves, 6 de septiembre de 2007

A.M. - Limosnas... no. Justicia

La Lotería Nacional se hará cargo de la manutención y educación de los hijos de Antonia Castro, la trabajadora muerta en un accidente de circulación provocado por la incapacidad de manejar como una persona cuerda, del conductor de la guagua en la que viajaba.

Nadie duda de la buena intención del administrador de la Lotería, pero eso no basta. Ni siquiera es el camino adecuado. Eso es dar limosna. Una muestra de caridad ejercida por el funcionario de turno, que tendrá continuidad… o no.

Con toda probabilidad -de esos casos hemos visto muchos- algún familiar de los niños empezará a dar viajes a una oficina mendigando el cheque prometido. Que saldrá una vez y dos y tres, -nadie duda de la honradez de la oferta-, hasta que cambien al funcionario o simplemente el cheque deje de salir. Hasta que nos olvidemos. Entonces, los niños y sus parientes serán una molestia.

Debemos superar el asistencialismo estéril, la caridad mal entendida, más si viene del Estado. Las limosnas, que las den la gente de buena voluntad. Del Estado, se necesita Justicia. Que garantice que ese conductor será juzgado y que habrá una indemnización justa, que Fenatrano, la empresa para la que trabajaba el chofer, puede perfectamente pagar.

El Estado no debe desamparar a esos niños, por supuesto que no. Pero es inadmisible que el futuro de esos dos niños dependa de la buena voluntad del ingeniero Rivas. El Estado debe garantizar que se cumplan las leyes, debe evitar que la única salida de los más débiles sea confiar en que alguien, por el motivo que sea, les tienda graciosamente una mano.

Ese es el germen del clientelismo, la “generosidad” del político de turno que “por su sensibilidad social” se hace cargo de aliviar los sufrimientos de los débiles. Con menos limosnas y más Justicia estaríamos bastante mejor.

IAizpun@diariolibre.com

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