sábado, 8 de septiembre de 2007

Tiempo para el alma


“Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar”. Rom. 11. 23.


No importa nuestro origen, nuestra raza, ni nuestro pasado, Dios nunca cierra sus puertas a quien busca de Él, más bien las abre, nos hace pasar y nos tiene un lugar especial aguardando por nosotros. Pero no sólo eso, si en algún momento nos apartáramos de su amor y luego regresáramos, Dios nos vuelve a “injertar”, como hace un jardinero con las ramas rotas.

De modo que si alguien creyera que Dios sólo acoge a unos pocos beatos y beatas, está cometiendo una rotunda equivocación. El “gran árbol” está dispuesto para que sean injertados todos aquellos y aquellas que volvamos nuestra mirada al Señor con un corazón quebrantado y con el deseo de iniciar una vida nueva en Jesús.

tiempoparaelalma@hotmail.com

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