sábado, 8 de septiembre de 2007

Los extremos no son buenos

Por Rafael R. Ramírez Ferreira

"¿Moderación en todo?
Ni siquiera en los deleites debes ser exagerado.
La misma inteligencia se agota si la presionan demasiado".

B. Gracián.

Lo que leerá a continuación no corresponde a un simple deseo de embadurnar esta columna o a una falta de tema que tratar. Lo que acontece es que deseo saber, conocer y compartir contigo lo que los seres son. Establecido está que a este conocimiento del ser se le llama filosofía. Por lo que ha quedado estampado en los libros ya sabemos que en la antigüedad la vida por excelencia en algunos pueblos (Grecia y Roma, por ejemplo) discurría para muchos hombres en el placer de lo intelectual, muy por encima de las cosas materiales, y que el mayor esfuerzo iba dirigido a la adquisición del conocimiento, del saber.

En mi caso particular, la lectura de los clásicos me va dejando como enseñanza que todos los extremos son malos, incluyendo el conocimiento sin un norte determinado. Esto quiere decir que no nos podemos convertir en presa de la ignorancia ni aspirar a un saber tan profundo de las cosas si en el fondo por meta única nos anima el combustible de lo vano, y nada más.

Se entiende que pretender conocer el ser humano es como intentar ponerle color al alma o darle forma, misión por demás irrealizable porque el alma es la esencia del ser y ésta no tiene estructura definida, color ni imagen; y aunque esto es así, no queremos decir que el alma es la nada, puesto que ésta última no tiene esencia. Pero aún así de cuando en vez es bueno teorizar un poco o tratar medianamente de filosofar, en medio del stress que en muchas ocasiones se convierte en "snueve" y, por qué no, hasta irse al manantial de sentimientos de los poetas extrayendo de sus aguas cristalinas trozos de inspiraciones, que para algunos son vulgares, mientras para otros (porque así es el mundo), son pedazos del espíritu, con forma y sonido para proclamar que la misma no es la nada sino que por el contrario es el todo. Y esto no lo digo para herir ni ofender, sólo para que conste aquello de que los extremos "según dicen" todos son malos.

Se imagina usted dotado de qué tipo de alma está un ser que en un momento dado puede escribir: "Y me parece injusto discutirle el derecho/ de compartir sus penas, sus goces y su lecho/ pero el amor, señora, cuando llega el olvido/ también tiene derecho de un final distinguido". Buen momento para insistir en aquello de conocer al ser humano que puede ir de lo sublime a lo ridículo o del amor al odio en el intervalo de un pestañear, tarea mucho más terrible aún cuando se trata de esos seres ambiciosos y traicioneros que luego de sus acciones malévolas de victimarios se quieren convertir en víctimas y se fingen ofendidos con una frialdad pasmosa.

Pero la vida es así. Mientras un ser se ofende por mi decir, otro replica: "Perdón si es que la hiere mi reproche" Perdón/ aunque sé que la herida no es en el corazón/ y para perdonarme"/ Piense si hay más despecho/ que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho". Perdón, reitero, pero vaya usted y enjuicie si lo anterior lo dijo José Ángel Buesa, qué puedo yo hacer si quiero conocer al ser humano, al que reside en usted, al que habita en mí.

Una copa de vino y un atardecer. El perro echado a mis pies y la triste realidad del desgarre de los años: "¿Y si el amor nos engaña"/ ¿Quién la vida nos alienta/ si el crepúsculo nos hunde/ en la verdadera ciencia/ del Bien que quizá no exista,/ y del mal que late cerca? El mismo tema, los mismos lados opuestos. Buesa con despecho y García Lorca con su canción Otoñal vagando con su corazón entre la niebla y las estrellas.

Y aún la noche no llega muy a pesar del Sol apreciarse en el horizonte ya sin calor, como si estuviese muriendo y poco a poco va cayendo como un toro miura, mal herido al final de una tarde taurina en cualquier redondel del mundo. Mientras tanto yo continúo tratando de descifrar lo que esconde el ser, perdido en laberintos de sentimientos y hechos que no encuentro cómo enlazar, como no puedo enlazar la vida: ese toro salvaje que vaga en los horizontes que se alejan y se alejan mientras avanzo hacia ellos.

Un verso en flor por un lado. Naturaleza, luz y oscuridad y el amigo con pensamientos y oratoria contradictoria en oposición a todo lo que no puede explicar con gráficos y figuras, quien insiste en decirme que el ser humano es extremadamente inteligente, contrario a lo que arguyen algunas creencias que aseguran que su capacidad es finita. Mas hemos de advertir que en verdad lo que sucede es que basado en esa increíble capacidad de pensar, el hombre, ante la cruda realidad de su corta existencia, a sabiendas de que no tiene remedio para alargar indefinidamente su longevidad creó unos dioses e idealizó otra supuesta vida después de ésta en lugares imaginarios que bullen en su cabeza, como consuelo al no poderse proyectar como representación corpórea, de carne y hueso, en el tiempo infinito.

De repente el vino adquiere un sabor como si fuese vinagre, ante tal aseveración. ¿Cómo puede un ser abrigar semejante pensamiento y llegar al extremo de creer en la existencia de la nada espiritual? cuando la nada "no es algo" por carecer de fe para comprender lo que otros no comprenden y tampoco pueden ver?

El anterior pensamiento equivale a proclamar por igual su ignorancia ante la realidad de que la eternidad no es tiempo y que Dios es sí por sí mismo, sin que otro elemento o ser le diera existencia y que el tiempo es algo que transcurre mientras en otro sentido la eternidad permanece, no es un tiempo muy largo que nunca termina, debido a que llana, sencilla y simplemente no es tiempo. Por todo esto es imposible que haya sido la inteligencia del hombre quien creara a Dios, porque el hombre es por el contrario, imagen de Dios y todas las demás cosas existentes sólo constituyen vestigios de Dios. Por tal razón, un pensador antiguo en su lecho de muerte expreso: "No penséis, hijos míos queridísimos, que cuando me haya apartado de vosotros, no estaré en parte alguna o que seré nada; porque mientras estaba con vosotros no veíais mi alma, pero comprendíais que se encontraba en este mi cuerpo por aquellas cosas que realizaba. Luego creed que ella es la misma, aunque no la lleguéis a ver".

Porque en verdad y realidad de cuño es bien sabido que cuando la naturaleza del hombre se disuelve con la muerte, es muy notorio hacia dónde va a parar cada una de las demás cosas que lo componen, porque todas van allí, retornan de donde salieron. "Polvo eres y en polvo te convertirás"; tan sólo el alma, ni cuando está en el cuerpo ni cuando lo abandona, tiene color, forma, ni es está visible, ni es palpable.

Ratificando todo lo anterior podemos decir que no deberíamos ser ni fanáticos religiosos pero tampoco colocarnos en el otro extremo de ser ateos. Ni hipócritas farsantes ni tan inocentes y anodinos. Por eso comparto el criterio de Cleóbulo, uno de los llamados Siete Sabios de Grecia, quien decía: "Hacer el bien a su amigo para hacerlo todavía más amigo, y también a su enemigo, para hacerlo un amigo. Palabras precisas que nos indican que en verdad los extremos no son buenos.

E-mail: rafaelpiloto1@hotmail.com

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