domingo, 9 de septiembre de 2007

VOCES NUEVAS Pastillas para no soñar

Por: Millizen Uribe

Soñar aquí sí cuesta mucho. Cuesta que te miren con pena y te tilden de iluso/a, rebusero/a, pariguayo/a, bulloso/a, y hasta vago/a.


Desilusionado y cansado del precio que hay que pagar por creer en la utopía, Joaquín, presuroso, me pregunta dónde puede conseguir pastillas para no soñar con un país, con un mundo mejor.

Yo, que perfectamente entiendo su desconsuelo, pues aunque a mis 20 y pocos años de edad, soy toda brío, no he de negar que a mí también a veces me invade el desaliento, la sensación de que casi todo está perdido.

Sin embargo, prontamente me repongo y recargo mis pilas, así que cuando Joaquín me abordó, le conteste: ¿Estás loco o acaso quieres suicidarte? ¿No ves que en este país el no soñar y limitarse a vivir en esta realidad es la peor forma de morir?

Lo es, porque conformarse con ver como cada día las condiciones de vida de la gran mayoría de los dominicanos/as se deterioran; observar como la pobreza va haciendo escollos y carcome los estómagos, las mentes y los corazones de miles de seres humanos es una terrible forma de morir.

Porque resignarse a vivir en un país donde los principales problemas desde hace 50 años hasta la actualidad continúan siendo los mismos: falta de agua potable y de energía eléctrica, el alto costo de la vida, la precaria situación de los hospitales y escuelas publicas, la corrupción, la impunidad, la falta de libertades ciudadanas….en fin los mismos problemas de antaño, sin que se perciba mejoría, definitivamente no es vivir.

Y lo es debido a que ser gobernados y gobernadas por administraciones cada vez más despilfarradoras e inhumanas, que viven totalmente de espaldas a esta realidad, concentrados en cifras frías que nada tienen que ver con la realidad dominicana, es la muerte.

Mas, la peor muerte es negarse a soñar y conformarse con el caos, con la injusticia, con la desigualdad. Es el creer imposible lograr que las cosas marchen de una manera diferente y rendirse. Acostumbrarse a vivir entre las carencias, los apagones, los actos de corrupción y las constantes subidas de precios.

Ante esto, la reacción de Joaquín es comprensible porque soñar aquí sí cuesta mucho. Cuesta que te miren con pena y te tilden de iluso/a, rebusero/a, pariguayo/a, bulloso/a, y hasta vago/a.

No obstante, después de todo Joaquín no se ha rendido, ni yo tampoco, sino que conjuntamente con ese grupo de ciudadanos y ciudadanas, quisqueyanos y quisqueyanas auténticos/as, que todavía creen en el cambio, seguiremos soñando con ese país, con ese mundo mejor.

Claro está que ese soñar debe estar acompañado de acciones concretas que debemos desarrollar, pero el primer paso debe ser negarnos a tomarnos las pastillas para no soñar, y aunque nos confundan con Quijotes, seguir luchando contra esos molinos que se interponen en la consecución de una mejor patria, una mejor República Dominicana.

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